Cocinar solo es una alegría

Estar solo a veces es recomendable. Hay gente a quien le incomoda, o incluso le da pánico. Cuando tienes que ordenar ideas, tomar una decisión importante o encontrar la solución a un proyecto complicado, no hay nada mejor que encontrar un par de horas para ti solo, y una copa de vino, o dos.

Para Blas, uno de estos momentos para él es cuando cocina. Hoy Mabel ha quedado para cenar con sus padres y los niños se quedan todo el fin de semana con los otros abuelos. Blas tenía que repasar unos informes importantes hasta tarde, pero ha terminado antes de lo que esperaba y ha decidido hacer una de las cosas que más le gusta, cocinar. Y cocinar solo, con un buen hilo musical y una copa de vino, es de los placeres más grandes que existen. Pocas veces los astros se alinean de esa forma para disfrutar de una tarde así y no piensa desaprovecharla.

Lo más importante, antes de nada, escoger el vino que le acompañará en este momento de gloria personal. Baja al garaje donde tiene la bodega y una pequeña nevera para tener siempre vino blanco y cava en frío. Hoy le apetece un blanco. Abre el frigorífico y ve una botella nueva de Bella Pilar que no había visto antes. “La debe haber comprado Raquel”, piensa. La coge con cuidado y estira los brazos. “¡Maldita presbicia!”. Tendrá que comprar gafas. “Alegría, verdejo”. El mejor vino para la tarde como la que le espera.

Para cenar se preparará una lubina al horno con una base de patata y boniato a láminas, cebolla y tomate. Y en paralelo hará una crema de calabacín y unos macarrones a la boloñesa para la semana.

“Alexa, pon Supertramp”. Unos segundos después empieza a sonar ‘The logical song’ y Blas se teletransporta como por arte de magia a las mañanas de domingo cuando pasaba horas en el taller de su padre ayudándolo a reparar coches de Scalextric y a montar maquetas de circuitos de ralis históricos. A su padre, Blas senior, le encantaba Supertramp y era la banda sonora de esas mañanas padre-hijo (único). La liturgia de verle sacar el vinilo del ‘Breakfast in América’ y ponerlo con delicadeza en el viejo tocadiscos era unos de los momentos especiales.

 

 

Blas tiene un tocadiscos de los modernos en su despacho para poder hacer sonar todos los vinilos antiguos que le dejó en herencia, pero en la cocina solo tiene a Alexa y Spotify. Con los de Roger Hodgson de fondo, descorcha el Alegría y se sirve una copa generosa. La botella, a la nevera para que no pierda el frío para cuando toque rellenarla.

Mientras empieza a pelar patatas y cebollas, la cabeza de Blas comienza a pensar en el caso del director general que enchufó a sus primos en la Diputación y en cómo evitar lo inevitable. De ahí se va a que tiene que guardar un día para reparar la puerta del garaje, y sin darse cuenta está pensando en cómo demonios harán la cena de fin de año si no pueden juntarse más de diez personas…

La lubina está en su punto. Se sienta en el taburete de la cocina y mira la botella de Alegría, el último Bella Pilar que le quedaba por probar. Buen verdejo. La tarde ha cundido, sin duda. Quiere recordar este día. Se levanta y va a buscar un rotulador para apuntarlo en la etiqueta, como hace siempre que el Bella Pilar acompaña un momento especial. #momentosbellapilar

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