Una amistad encantadora

Hay amistades que hay que regarlas, como las plantas, si no se ponen mustias. Pero hay otras que son fuertes como robles, que pueden pasar meses sin hablarse, y un día uno descuelga el teléfono, y es como si se hubieran visto el día antes. Y de estas hay pocas. “¿Cómo estás?”. Raquel ve el mensaje en la pantalla de su amigo de la universidad, Rubén, y sabe que algo le pasa. Ellos no necesitan hablar a menudo, pero saben que siempre están ahí para cuando hace falta. “Bien, y tú? ¿Todo bien?”. “No, ¿puedo verte?”. “Claro”. “¿A las seis donde siempre?”.

El Café de los Reyes es un pequeño local del centro que en la época universitaria se convirtió en su refugio. Pasaron muchas horas charlando los dos, de política, del futuro, del amor… Y se fueron haciendo mayores, sus vidas se fueron distanciando, pero El Café de los Reyes siempre fue su punto de encuentro. Con el virus todavía sin control, las mesas del interior ya no se pueden usar, y a pesar del frío, solo pueden servir a los clientes en la terraza. Raquel ha llegado primera, se sienta en una mesa de la esquina y pide una manta para las piernas. Cuando llega Rubén se levanta para darle una abrazo. Es el instinto, la costumbre, lo que le pide el cuerpo después de casi un año sin verle, pero se frena. No nos podemos tocar ni besar. Qué rabia. Maldita pandemia. Con la mascarilla no se pueden ni ver las caras, pero los ojos de Rubén lo dicen todo. Desprenden tristeza.

Se sientan y empiezan a ponerse al día antes de entrar al fondo de la cuestión, cuando llega la camarera. “¿Te apetece una copa de vino? Creo que te sentará bien”. “Buena idea”. “¿Tenéis algún Bella Pilar?”. “Claro, tengo el Encanto blanco y el Temple tinto”. “El Encanto está bien, trae dos copas, por favor”.

Raquel le cuenta que han decido con Miguel tener otro hijo. Los ojos de Rubén se encienden por un momento de alegría por su amiga. Después de lo del accidente de coche pensaba que no lo volverían a intentar, por eso se pone tan contento y le toca los brazos con cautela, pero con todo el cariño. Pronto el velo de pesadumbre vuelve a su cara. “¿Qué te pasa, Rubén? ¿Por qué me has llamado?”.

Coge la copa de Encanto y se la bebe de un trago. Le cuenta a su amiga que Luis le ha dejado y encima le ha arruinado, se lo ha llevado todo. “Trae la botella de Encanto entera, por favor”, pide Raquel a la camarera, mientras le envía un mensaje a Miguel que llegará tarde a cenar, que no le espere.

Rubén se lo cuenta todo. Durante una hora solo habla él. Y Raquel le escucha y rellena las copas. El Bella Pilar se va vaciando. Cuando una toca fondo solo puede volver a flote. “Rubén, esta botella será el símbolo del punto de inflexión en tu vida. Apunta en la etiqueta la fecha y la frase que quieras. Hoy empieza un nuevo Rubén, ¡más fuerte! #momentosbellapilar

Bella Pilar
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